Cuando era muy pequeño estaba en una reunión familiar con mi abuela y mis hermanos. A mi abuela le encantaban los chistes; contarlos, escucharlos, repetirlos y prontamente me tocó el turno de contar uno.

 

Yo no sabía nada de chistes, entonces aventuré la siguiente línea: “Había una vez una hormiga y una abeja, y la hormiga le dijo a la abeja ¡AY QUE ABEJA!” Para mi sorpresa todo el mundo rompió en carcajadas, se retorcían de la risa en el suelo, mi abuelita casi ni podía respirar.

 

Mi satisfacción fue enorme, sentí una alegría inmensa. Años después me revelaron el verdadero motivo de tanto alborozo: justo en el momento clave de mi relato, mi hermano se había caído de una silla.

 

Sin embargo fue un momento memorable en mi vida, no sabía que años después las abejas me acompañarían, siendo motivo de grandes felicidades y aprendizajes.

Después de más de 10 años de trabajar la apicultura, vendiendo miel y cera de abejas de manera directa a las personas conocidas, pude identificar en cada venta un encuentro, que se tornaba en conversaciones amenas en torno al saber, las historias y el mundo de las abejas.

 

Cada reunión de “negocios”, era un pequeño espacio para compartir lo que había aprendido en todos esos años de relación con las abejas, con el estudio y la lectura de historias sobre ellas.

 

La mayoría de las ventas estaban enmarcadas en esa experiencia comunicativa, una inquietud personal, que prontamente se iba volviendo colectiva. De ahí surgió la idea de poder compartir este conocimiento con un espectro más amplio de personas, aún con aquellos a quienes no le vendíamos directamente, para así formar una comunidad que se arriesgue a Salvar el Mundo.

 

Visits: 32